Los rolos es como se denomina comúnmente a los bogotanos. Personas por lo general tranquilas, muy tranquilas, de las que sienten la rotación de la tierra.
Estoy esperando. Me la paso esperando. O al trasmilenio, o al encargado, o a que me atiendan o como diríamos en España, a que me rescaten. Me gustaría decir que estoy aprendiendo a esperar, aunque creo que no lo termino de encajar.
Ahora entiendo porque aquí a las semanas se les dicen ocho días. No envejecen en las colas del super, lo contrarrestan con esa resignación acompañada de leves sonrisas que soslayen lo reluciente de la pérdida del tiempo. “Última llamada para los rolos Manuel Alejandro Montoya y Maria Leticia Caravajal con destino Bogotá, por favor embarquen urgentemente por la puerta de atrás”.
se llaman rolos en Colombia a los bogotanos hijos o nietos de personas cuyos orígenes sean provenientes de lugares diferentes a la capital
¿Pero qué les puedes echar en cara? Si en una misma jornada ya me llamaron histérica dos veces. Quizás el querer hacer las cosas a mí manera no sea otra cosa que mi particular visión etnocentrista.
Aprenderé a viajar sin prejuicios, permitiré el silencio incómodo de viajar al lado de un cartel que prohíbe expresamente viajar con armas “o elementos que puedan poner en peligro la seguridad de los pasajeros”. Lo fingiré normal y prometeré no indignarme. Dejaré pasar las horas sin dejar un atisbo de prisa en mis ojos. Seré tranquila, me dormiré con vosotros.
Pero no me quiero ir sin regalaros de nuevo el oído. Cuando las inquietudes de mi señora madre me resbalan en la bandeja de entrada, abofeteando mis temeridades en lo que se entiende universalmente por imprudencias, solo puedo responder ¡Protesto, señoría! Que no le quito yo razón, que este país sino escasea de autoridades que nos protejan, o que en su defecto, se encuentran adulteradas por el brillo del poder o de la mafia, se relega esa competencia al órgano más eficiente que ha dado la historia de la política: el ciudadano.
Los miles de bogotanos que sufrieron abusos, hoy salen a la calle sin un ápice de miedo y con los bolsillos llenos de indignación y de esperanzas en un mundo mejor. Y se les va la vida en defender a una niña, atrapar a un ladrón, y desenmascarar al abusón. Se me resume Colombia en una viejita cansada, gastada y abofeteada por su maltratador y que hoy delega en sus hijos, en esos hermanos mayores que durante tantos años alimentó, el deber de proteger a los más pequeños, que en este traqueteo, se convierten en su fuente de inspiración.
Los cachacos son un grupo antropológico de bogotanos que son hijos de bogotanos
Por ellos, por inspirarme libros de Sandokan, voy a quedarme en la Cundinamarca de sus faldas. Voy a colgar “mis hábitos”, pisar mi relojito, bailar sabroso, respirar despacito, soñar despierta, gritar bajito y si además me lo permiten, delinquir mi lengua con vuestro Mijito.