Se me abren las venas de Latinoamérica y se me adelgaza por ende la euforia. Y no me extraña, comiendo arroz y sopa es normal que mi entusiasmo quebrara sus curvas lozanas. La grasa de mis muslos se venía transformando en endorfinas que invadían la mejor de mis sonrisas. Pero soy realista, y sé que pronto empezaré un proceso de recesión que culminará con el simultáneo latir resignado de mis camaradas colombianos.
En Latinoamérica se pasa de la alegría al llanto en cuestión de segundos
Las desgracias se acercan al perímetro de mis oídos, y sé que no podré esquivarlas durante mucho tiempo. “En Latinoamérica se pasa de la alegría al llanto en cuestión de segundos” me dijo un amigo. Y siento que mi optimismo pronto se verá corrompido por esa jodida verdad.
Se conjugan los bailes más deliciosos con las noches bogotanas más estremecedoras. Y mientras los ves bailar, te da por pensar la admirable anestesia con la que se vacunan acá.
Las miserables historias que descubrí realizando las encuestas de discapacidad. Y que Dios les asista, por el mismo hecho de seguir creyendo en él. Qué maldita injusticia. Y entretanto, un vallenato, unos choricillos, unas arepas, unos críos jugando al fútbol, y a solo dos cuadras un señor apuñalado.
Pero parece que esa misma armadura, les hace tres segundos más tarde volver a sonreír. “Así es la vida” te dicen. Y a ti solo te sale blasfemar entre las llagas de tu lengua, para no despertar alarmas y disimular tus pupilas dilatadas.
“Ahora América es, para el mundo, nada más que los Estados Unidos: nosotros habitamos, a lo sumo, una sub América, una América de segunda clase». EG
No creo que consiga acostumbrarme a eso. ¡Y no quiero! No quiero cubrir mi sangre caliente con un pecho de hojalata. No pienso inmunizarme ante estas desgracias. Quizás ustedes me enseñéis a reír, y os lo agradezco, pero creo que va siendo el momento en qué yo os enseñe a llorar. Hacer de vuestras lágrimas las lupas que os dañen la retina con vuestro sol resplandeciente.
Que os sangre la córnea hasta que os duela vuestra circunstancia. Y que vuestros cinco sentidos rechacen inconscientemente las injusticias, para gritar, llorar, añorar, patalear…y entonces sí, nos iremos a bailar.