Aterrizando en Bogotá, capital y nevera de Colombia

El vuelo con destino Bogotá está a punto de aterrizar. Son las 21:45 y hace una temperatura exterior de 9 grados. Esperamos que disfruten de su estadía (cuatro meses que se convirtieron en cuatro años).

Nada más bajar del avión, un anuncio de movistar.  Volví a mirar el Airbus en el que me había pasado 11 horas, para corroborar que no me había equivocado de ruta y que efectivamente había aterrizado en Latinoamérica. Pueblo hermano, pensé. Unidos por nuestro padre Telefónica. Que fraternal todo.

Bogotá se encuentra a 2625 msnm y es la tercera capital sudamericana sita a mayor altura

Acababa de anochecer, muy a pesar del sol, que me acompañó hacia el oeste durante todo el trayecto. Y allí me esperaba el caos de coches, maletas, carteles y claxons (musicalmente mejor dicho, Eric Claxons). Un caos melódico propio de lo que se me antojaba en mis preludios.

En mi estresante encuentro, adiviné que nos caímos bien. Bogotá y yo. Y viceversa.

Debo reconocer que me costó abandonar mi enanismo ante los casi 9 millones de habitantes que miraban mi tez pálida mientras recorría las calles oscuras de la capital. Había escuchado tantas cosas, que me pasé la ruta contrastando verdades  y mentiras sobre esta gran desconocida.  Pero eso tuvo su culminación cuando me descubrí  agachada en medio de la noche festiva al escuchar unos fuegos artificiales. Disimula coño tu aprensividad.

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Y así empezó nuestra relación. Agachados. Viéndonos crecer desde cero. Aumentando mi talla, en mi ensayada cara de sorpresa.

Al día siguiente, con resaca de emociones, me uní a la rutina diaria de los bogotanos. Palabra que pierde el sentido por completo cuando descubres la aventura de recorrer sus calles. La rutina la destituyeron las busetas, pequeñas montañas rusas que arrancan y frenan, a favor de tu mareo, mientras aun tienes un pie fuera. Te sientes en un videojuego, adelantando y esquivando coches para llegar el primero.

Bogotá tiene una población de 8 millones de habitantes y no tiene metro

Y por fin se alzaba ante mí el horrible arquitectónico del centro, con despropósitos estéticos que desacreditaban cualquier actividad comercial. Que maravillosa fealdad. Cuantos colores  desteñidos y a la vez tan conjuntados con el cosmos del aquí y ahora. Esquivé todo lo que pude: carros, buses, personas, bicicletas, 4 libras de fresas a 1000 pesos… Se me antojó Bogotá como uno de esos retratos de personajes célebres que se componen de miles de fotografías en miniatura  y que dan forma al resultado final.

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Y en ese vaivén, comprobé lo que llevo temiendo desde hace un tiempo. Mariposas en el estómago le llaman.

estadocivilviajera
Periodista, fotógrafa, viajera, imperfecta, humana, soñadora, incoherente, cabezona pero buena gente.

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